De la ética y sus contingencias en el aparato clínico

En el devenir de las diferentes profesiones, carreras, abordajes o todo aquello que  implique la intervención del hombre ha de abordarse desde dos grandes premisas,  que si bien muy generalísimas, en esencia demarcadas por una cosa o la otra. A  saber, tenemos la primera, la cual puede explicarse desde una práctica enajenada  de la ética, es decir, una práctica desligada de cualquier concepción ética  profesional, y la cual opera sin mayores consecuencias en lo oculto u obscuro desde  una praxis de suyo desigual a la segunda. Siendo entonces esta segunda una praxis  que dispone de buenas prácticas desde el orden de lo profesional e inscritas, claro  está, en el orden ético. 

Ahora bien, según expone el docente Jaime Pareja, los avatares del profesional bien  pueden vincularse del lado de la ética o bien desvincularse de la misma. Pero es  desde mi posición personal que abordare una posición ética para mi quehacer  profesional, y como bien cita Jaime P. al señor Tarrago, es desde el quehacer clínico  que se juegan contingencias desde la autonomía, la beneficencia y la justicia  respectivamente. Y a su vez ello enmarcado desde una confidencialidad o como se  le llama también, un sigilo profesional (ley 1090). 

Todo lo anterior resuena al oído con musicalidad un tanto profesional, pero el  ejercicio del profesional obliga a que en ocasiones se vulnere eso que hemos  llamado el sigilo profesional. Para aclarar esto me valdré de un ejemplo. Supóngase  que un asesino en serie hasta ahora desconocido por la ley visita mi consultorio y  me relata sus atrocidades, dejándome claro que muy probablemente cometa  suicidio esta noche. Ahora bien, una cosa es el sigilo profesional obligado a cada  profesional y otra es que la bien general prima sobre el bien particular, es decir, si  yo vulnero el sigilo profesional y pongo en evidencia al cuerpo policial los hechos  narrados por el sospechoso, de seguro evitare más muertes por parte del paciente  que hace pocos instantes franqueo nuestra puerta del consultorio. 

Aunque el ejemplo anterior resulta un poco exagerado, es él un elemento  esclarecedor del cómo procedería yo ante una situación que obligan una actuación  responsable, y ello responde a la triada expuesta por Tarrago (según cita J. Pareja);  siendo la primera la autonomía, la cual me da el aval de actuar con libertad según  mis juicios éticos y morales también. La autonomía es de suyo propia y diferente en  cada profesional de la salud, pues quizá otro profesional no opere según mis  acciones y quizá un tercero opere de forma contraria a los dos primeros y así un  largo etcétera, donde por supuesto habrá puntos de encuentro en el cómo aborde  uno u otro dicho caso, pero cada profesional operara según le dicte su fuero interno 

ante la autonomía. En segundo lugar, tenemos la beneficencia, y al igual que la  justicia (tercera) operan bajo la misma contingencia de la primera, a saber, la  autonomía. 

Pero debemos aclarar que también hay un sin número de elementos que entran a  formar cuerpo de la práctica profesional, tales como la dignidad o el concepto de  otredad. 

Podríamos continuar exponiendo casos y elementos que en esos casos se ponen  en juego y que en ocasiones pondrán al profesional en jaque también, pero es allí  donde entra en juego no solo la formación teórica del profesional, sino también, y  en mayor grado que la primera, el proceder ético del profesional en cuestión. 

Creo que podría tomarme páginas y páginas en la explicación de lo que debería ser  para mí un proceder ético, que de seguro dicho proceder ético no se supedita solo  al ejercicio analítico o psicoterapéutico, al contrario, mi proceder ético permea de un  modo u otro cualquier campo de mi vida personal en todas sus facetas. Pero quiero  decir que podría hablar bellamente de lo que debería ser la casuística ética en el  proceder profesional, pero de seguro no dejaría de ser especulaciones o  elucubraciones un tanto floridas y aromatizadas por explicaciones grandilocuentes  dignas de súper héroes. Solo me queda entonces decir que en el momento de la  verdad espero actuar a la altura, con profesionalidad y sobre todo con una correcta  autonomía, una correcta beneficencia y una correcta justicia. Pero rescato,  finalmente, que el cavilar en estos asuntos éticos forjan en mis sentimientos  hipocráticos en verdad. 

Esteban Sánchez

Compártelo en:

Post Recientes

psicologia

EL PSICOLOGO VULGAR

¿De qué serviría un psicólogo que solo lee aquello que ya leyó en su carrera  profesional, o

reclutamiento

¿Y qué si no pongo una foto? o cualquier foto en mi Hoja de Vida

Algunos pensarán que daría poner nuestra foto en el Curriculum o no ponerla. Que  eso es realmente